Una adaptación de un sermón que prediqué hace poco enfocado en la transformación de la vida que el cristiano debe experimentar cuando llega al Señor.

INTRODUCCIÓN

Hemos llegado a uno de los textos que más me conmueva pensando en el cambio radical que Cristo puede hacer en nosotros. Muchas veces nos decepcionamos de hermanos que no se portan como uno esperaría de un seguidor de Cristo. Vemos hermanos que todavía luchan con los mismos pecados que hace tres décadas. Vemos hermanos supuestamente maduros cometiendo pecados garrafales. Muchas veces, esto vemos cuando miramos al espejo.

Pero la Biblia nos da esperanza de cambios reales. Estos también hemos visto.. tal vez en nuestras propias vidas, tal vez en la vida de otros. Gente cambiada 180°. El texto de hoy nos recuerda de nuestra realidad antes de Cristo y del cambio que solo puede hacer nuestro Dios Trino, ya que aquí Pablo nombra a las tres Personas de la Trinidad: Jesús, el Espíritu y Dios (Padre). Vamos al texto de hoy…   

¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y esto eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. 1 Cor 6:9-11

Antes de ser lavado (sucio – contaminado y repugnante).

El texto de hoy nos da una lista de cosas pecaminosas. Son vicios y pecados. Son suciedad, mugre. El Nuevo Testamento tiene varios textos con listas de pecados. La gente suele saltar estos textos. No inspiran. No animan. No nos dan alegría. Nos dan pena y vergüenza. Las alabanzas que cantamos no mencionan cosas así en detalle. A lo mucho, mencionan el pecado de forma general, pero sin entrar en detalle. Canciones y lectura bíblica sanitizadas. En lugar de limpiar el pecado de nuestras vidas, es más fácil eliminar la diagnosis de nuestra vista.

Es importante leer estos textos, aunque no sean agradables. En el Antiguo Testamento, Dios había dicho que su pueblo perece por falta de conocimiento (Oseas 4:6). Y no fue porque Dios no les había dado conocimiento. Las Escrituras estaban ahí, pero descuidadas. El pueblo había rechazado el conocimiento de Dios, dejándose caer en pecado. En lugar de ver el espejo de la Palabra determinadamente para detectar sus fallas y arrepentirse de sus transgresiones, es más placentero cerrarnos los ojos. Si no lo veo, tal vez se irá solo. Pero el vicio no funciona así. Hay que conocer las listas de pecados, aunque sean incomodas.

Es bueno recordar nuestra suciedad antes de ser lavados por Cristo. Pedro advierte de los que son cortos de vista y han dejado de recordar la purificación de sus pecados pasados (2 Pedro 1:9). Los ciegos así son propensos a volver a lo anterior. Pablo dice en 1 Timoteo 1:15 que el es el primero entre los pecadores. Pero, dice que es un dicho que todos deben aceptar. Es decir, yo también debo verme como el primero entre los pecadores. Tu también debes verte así.

En el cristianismo popular hay tele evangelistas que dicen que los cristianos no deben decir que son pecadores – que es una mentira diabólica. Lejos de ser una mentira diabólica, es la verdad bíblica. Somos pecadores. Gracias al Señor no nos ha dejado en esta condición. Pero, somos pecadores y nunca hay que olvidar de nuestra condición antes de ser lavados por Dios. 1 Juan 1:8-9 también tiene esta idea. El que dice que no tiene pecado es mentiroso y la verdad no está en él. Pero, si confesamos nuestros pecados, Jesús es fiel y nos perdona. No podemos caernos en la trampa de los que nos piden olvidar lo que éramos antes de Cristo.

Los que se olvidan de su condición anterior son más propensos a volver a su vida anterior – por muy asqueroso que sea. La Biblia lo compara al chancho que vuelve a revolcar en el barro después de ser lavado o el perro que vuelve a comer su vomito. Quiere dar una imagen de algo repugnante. Algo que te da asco simplemente por la imagen mental.

Muchas veces nuestras vidas antes de Cristo no son así. Pensamos en tiempos “buenos” cuando andamos en vicios en pecados. Me acuerdo en un grupo de estudio donde algunos estaban confesando sus pecados anteriores con tanto detalle que es como quisieron revivirlo – su borrachera, su fornicación, sus drogas, etc.… No les dio asco. Les dio gusto recontar y revivir un poco su pasado. Mientras Pablo dice… “¡pero fueron lavados!”

Como se dice en círculos evangélicos, el bautismo debe marcar un antes y un después. La diferencia debe ser notoria. Claro, somos pecadores. Vivíamos en estas cosas. Pero todo esto de los pecados más fuertes tienen que ser dejados atrás. Pablo dice… “¡pero fueron lavados!” Efesios 5:26 nos recuerda que hemos sido lavados con el lavamiento del agua con la Palabra. El mensaje del evangelio aplicado en nuestro bautismo quiere decir que hemos sido lavados por la sangre de Cristo de todos nuestros pecados para ser blancos como la nieve. Juan 3:5 y Tito 3:5 dicen que este lavamiento fue nuestro nuevo nacimiento, una regeneración, un nuevo comienzo para entrar en el reino de los cielos, purificados de nuestros pecados.

Antes de ser santificado (profano – algo que no sirve para las cosas de Dios)

Antes de ser lavados por Cristo no servíamos para Dios. En la casa de Dios, el templo (o el tabernáculo en el desierto, solamente cosas consagradas podrían estar adentro para su servicio. Lo que iba a ser utilizado en el templo tenía que ser santificado, consagrado, o apartado para este uso especial. Las cosas cotidianas y mundanas no servían. Pero, incluso para permanecer dentro del campamento había que mantener un nivel alto de limpieza ceremonial. Muchas cosas pecaminosas como también muchas cosas no inherentemente pecaminosas contaminaban ceremonialmente a la gente, y tenían que salir del campamento durante una cierta cantidad de días. Frente algunas infracciones graves, podrían ser excluidos permanentemente de la comunidad.  Por tanto, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, santificado, útil para el Señor, preparado para toda buena obra. 2 Tim 2:21

Hebreos 10:14 dice que Dios ha hecho perfectos para siempre los que están siendo santificados. Lamentablemente esto no queda muy claro en la Reina Valera 60. Normalmente es una muy buena traducción. Aquí, sin embargo, citaré la NTV: Pues mediante esa única ofrenda, él perfeccionó para siempre a los que está haciendo santos. La idea es un contraste entre algo hecho una vez, en nuestra conversión, y otra cosa que es un proceso continuo. Dios ya nos perfeccionó. En este contexto, como muchos en la Biblia referentes a creyentes, perfección habla de aptitud para algo no de ser completamente sin fallas. Dios nos ha hecho aptos, habilitados a su servicio, a hacerle culto. ¿A quiénes considera aptos? A los que han sido lavados (Heb. 10:22) y están siendo transformados hacia la santidad. Por eso simbólicamente rompió el velo del templo cuando Jesús murió. Abrió acceso a Su presencia para que los que entran por Jesús puedan servirle bien.

Todo eso es un privilegio completamente inmerecido. En nuestra suciedad del pecado éramos completamente profanos. No podríamos hacerle culto. No podríamos servirle. No éramos aptos y habilitados para la obra. En su gracia nos limpió de la inmundicia para habilitarnos. En términos bíblicos, “fueron santificados”

Pero, Pablo no ha terminado. No solo fueron lavados y fueron santificados, sino que también fueron justificados.  

Antes de ser justificado (condenado – bajo la ira de Dios)

Como hablamos con frecuencia cuando reflexionamos sobre la muerte de Jesús antes de tomar la Cena, tenemos que recordar que sin Cristo, por causa de nuestros pecados, éramos condenados y legítimamente destinados al infierno. Dios hubiera sido completamente justo en dejarnos morir en esta condición. Pero, nos amó. Cuando éramos enemigos, Cristo murió por nosotros… por nuestros pecados. Estábamos bajo Su santa ira, pero ahora hemos sido perdonados y reconciliados con Él por la obra de Jesús en la cruz (Rom 5:8-10).

Como dice un himno antiguo
Maravilloso es el gran amor| Que Cristo, el Salvador, derramó en mí | Siendo rebelde y pecador | Yo de su muerte causa fui | Grande, sublime, inmensurable amor | Por mí murió el Salvador | Oh, maravilla de su amor | Por mí murió el Salvador

No temo nunca la condenación | Jesús es mi Señor y yo suyo soy | Es para siempre mi salvación | Vestido en justicia voy | Libre acceso al Padre gozo ya | Y entrada al trono celestial | Oh, maravilla de su amor| Por mí murió el Salvador

Sí, por Él tenemos perdón de pecados, porque Él cargo con el castigo que nosotros merecíamos. Nos ofreció abonar a nuestra cuenta el beneficio de la cruz. Por ende, cuando en Pentecostés los oyentes compungidos a corazón cuando reconocieron la gravedad de su pecado, habiendo enviado a Señor y Salvador a Su muerte fueron ofrecidos perdón de pecados con las condiciones de arrepentimiento y bautismo.

Y nuestra parte en la muerte de Jesús no es menor. “Yo de su muerte causa fui” dice el himno. Es verdad. Y la misma oferta nos ha sido ofrecido: “arrepiéntanse y sea bautizado cada uno de ustedes en el nombre de Jesús, para perdón de pecados y recibirán el don del Espíritu Santo…” (Hechos 2:38)

Esta idea de ser perdonados porque el castigo merecido fue cargado por Jesús se llama justificación. Es la idea de ser perdonados, tratados como si el pago ya fuera cancelado… porque Jesús pagó lo suficiente para ti y para mi.

CONCLUSIÓN

Debemos recordar lo que éramos para no volver a lo que podría matar nuestra fe. Debemos recordar lo que Cristo hizo en nuestras vidas – lavándonos de la suciedad de nuestros pecados, santificándonos para ser habilitados para servicio a Dios, justificándonos para no ser enemigos a Dios y entrar en Su presencia algún día.

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