La doctrina de la encarnación es una doctrina esencial. Dios advirtió a través de Juan que hay que retener esta enseñanza y tener cuidado con los engañadores que vienen con una enseñanza contraria. La deidad de Cristo desde la eternidad y la humanidad completa adquirida en la encarnación son necesarias para el seguidor fiel.

Algunos grupos habían rechazado esta idea de la deidad de Cristo y, por ende, Su encarnación. Esta enseñanza esta en el centro del cristianismo. El mismo autor que escribió que el Verbo se hizo carne nos recuerda que si abandonamos estas ideas centrales, no tenemos ni al Hijo ni al Padre. Debemos retener la doctrina de Cristo, Dios Hijo encarnado.

“Pues muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo. Tengan ustedes cuidado para que no pierdan lo que hemos logrado, sino que reciban abundante recompensa. Todo el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios. El que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo. Si alguien viene a ustedes y no trae esta enseñanza, no lo reciban en casa, ni lo saluden, pues el que lo saluda participa en sus malas obras.” (2 Jn 7-11)

————–

Cuando Juan dice «Cristo» no quiere decir «Mesías» sino que quiere contradecir enseñanzas falsas como la de Cerinto. En la versión de Cerinto, Jesús fue un hombre natural. En Su bautismo, Cristo (divinidad) entró en Él. Pero, Cristo dejó a Jesús antes de su muerte ya que Dios no puede sufrir y morir. Esto es importante para entender las declaraciones de Juan. Juan dice que hay que aceptar la doble naturaleza de Jesucristo para realmente permanecer en Él. En su Evangelio, Juan aclara que el Logos es Dios desde antes del principio, que el Dios Padre creó al mundo a través del Logos. Y, enseñó que el Logos se hizo carne (se encarnó) en la persona de Jesús de Nazarét. Es decir, tanto en su Evangelio como en sus cartas, Juan refuta punto por punto las enseñanzas falsas del docetismo, como las de Cerinto.

Ireneo dice: «Cerinto, un hombre educado en la sabiduría de los egipcios, enseñó que el mundo no fue creado por el Dios supremo, sino por un cierto Poder alejado de Él, distante de la Autoridad que es suprema sobre el universo y desconocedor de Aquel que está por encima de todo. Representaba a Jesús no como nacido de una virgen, sino como el hijo de José y María según el curso ordinario de la generación humana; sin embargo, era más justo, prudente y sabio que otros hombres. Además, después de su bautismo, Cristo descendió sobre él en forma de paloma desde el Gobernante Supremo; entonces proclamó al Padre desconocido y realizó milagros. Pero finalmente, Cristo se separó de Jesús, y entonces Jesús sufrió y resucitó, mientras que Cristo permaneció impasible, ya que era un ser espiritual.»

«Contra las Herejías», Libro I, Capítulo 26, Sección 1.

Deja un comentario