Cuando nos encontramos fuera del camino podemos buscar las sendas antiguas, pero no tenemos la libertad como para inventar sendas para nuestros pies.
Si el fundador de la fe cristiana hubiera sido defectuoso en sabiduría o benevolencia, entonces su autoridad, su testimonio, sus mandamientos, podrían ser tratados con tan poca ceremonia como los descubrimientos y máximas de nuestros pares y contemporáneos y su religión pudiera ser mejorada, o reformada, o mejor ajustada a nuestras circunstancias. Pero, como todo cristiano debe admitir que él previó y anticipó todas las ocurrencias y revoluciones de la historia de la humanidad, y que el estado presente de las cosas le fue tan presente en su mente como las circunstancias que le rodeaba en Judea…; que tuvo la sabiduría y entendimiento perfectamente adecuados como para instituir, arreglar, y adaptar un sistema adecuado para todas las exigencias y emergencias del hombre y cosas, y que su filantropía no es tan solo sin par en las crónicas del mundo, sino absolutamente perfecta, y necesariamente conduciendo a, y resultando en, la institución de tal religión que es la más beneficial al hombre tanto en el mundo presente como en el futuro. Digo que todas estas cosas, siendo generalmente (si no universalmente) acordado por todos los cristianos, entonces sigue, por la consecuencia más clara y cierta, que la institución de la cual él es fundador y autor, jamás puede ser mejorada ni reformada. Las vidas y conductas de sus discípulos pueden ser reformadas, pero no su religión. La religión de Roma, o la de Inglaterra, o la de Escocia puede ser reformada, pero la religión de Jesús no puede. Cuando nos encontramos fuera del camino podemos buscar las sendas antiguas, pero no tenemos la libertad como para inventar sendas para nuestros pies. Debemos volver al Señor.
– Extracto de Alexander Campbell. Restauración del orden antiguo de las cosas. II