Esteban predica el Evangelio frente un grupo que le quiere matar. Al final del capítulo, logran darle muerte. Él no resiste y Dios no le rescate. Esteban se destaca por ser el primer mártir de la Iglesia de Cristo. Comienza una larga, triste y, a la vez, inspiradora tradición de los cristianos fieles – la disposición de perder la vida si es necesario para entregar el mensaje de Cristo sin nunca serle infiel. La palabra “mártir” es una transliteración de la palabra “testigo” en griego. Los Apóstoles fueron los primeros testigos de Jesús. Los mártires dan un testimonio fuerte en su disposición (la mayoría de los Apóstoles también murieron por su fe).
Esta actitud es elogiada en la Biblia. Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte. (Apo 12:11) No es que buscaban la muerte, sino que estaban dispuestos a sufrir cualquier consecuencia por ser fiel a Cristo. Esta actitud encontramos con algo de frecuencia en la Biblia. Los amigos de Daniel – Sadrac, Mesac, y Abed Nego no buscaban su muerte, pero aceptaban las consecuencias de su fidelidad. Daniel también estaba dispuesto a morir antes de dejar de hacer oraciones y adorar a su Dios.
Muchos de los casos no son grabados en la Biblia. Jesús se refirió a esto: ¡Ay de ustedes! Porque edifican los sepulcros de los profetas, y fueron los padres de ustedes quienes los mataron. De modo que son testigos, y aprueban las acciones de sus padres; porque ellos los mataron y ustedes edifican sus sepulcros. Por eso la sabiduría de Dios también dijo: “Les enviaré profetas y apóstoles, y de ellos, matarán a algunos y perseguirán a otros, para que la sangre de todos los profetas, derramada desde la fundación del mundo, se le cargue a esta generación. Desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y la casa de Dios. Sí, les digo que le será cargada a esta generación”. (Luc 11:47-51) y Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. Volvió a mandar otro grupo de siervos, mayor que el primero; y les hicieron lo mismo. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “Respetarán a mi hijo”. Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: “Este es el heredero; vengan, matémoslo y apoderémonos de su heredad”. Y echándole mano, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará a esos labradores?»… Al oír las parábolas de Jesús los principales sacerdotes y los fariseos, comprendieron que Él hablaba de ellos. (Mat 21:35-40, 45). También esta triste realidad fue reconocida en Hebreos: Otros experimentaron insultos y azotes, y hasta cadenas y prisiones. Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada. Anduvieron de aquí para allá cubiertos con pieles de ovejas y de cabras; destituidos, afligidos, maltratados (de los cuales el mundo no era digno), errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. Y todos estos, habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa [en esta vida].(Heb 11:36-39)
Esteban también conoció la historia y estaba dispuesto a sufrir lo mismo. »Ustedes, que son tercos e incircuncisos de corazón y de oídos, resisten siempre al Espíritu Santo; como hicieron sus padres, así hacen también ustedes. ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que antes habían anunciado la venida del Justo, del cual ahora ustedes se hicieron traidores y asesinos; ustedes que recibieron la ley por disposición de ángeles y sin embargo no la guardaron». (Hch 7:51-53)
El ejemplo de Esteban y muchos más, las palabras de Hebreos, el testimonio de Apocalipsis debe inspirarnos a mayor fidelidad. Nuestra voz es más fuerte no cuando peleamos sino cuando somos fieles a Jesús. Esteban predicó la verdad con claridad y vigor. Esteban también modeló la actitud de Jesús en la cruz en sus ultimas palabras. Cayendo de rodillas, clamó en alta voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Habiendo dicho esto, durmió. (Hch 7:60) Su voz y su sangre siguen siendo testimonio para los incrédulos e inspiración para los creyentes fieles a Jesús.
Un cristiano en el Siglo II, Tertulio, dijo que la sangre de los cristianos era la semilla de la iglesia (o algo semejante). Que el ejemplo que vemos sea reflejado en nuestras vidas.