Y viniendo a Él, como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Pues esto se encuentra en la Escritura: «YO, PONGO EN SION UNA PIEDRA ESCOGIDA, UNA PRECIOSA piedra ANGULAR, Y EL QUE CREA EN EL NO SERA AVERGONZADO.» Este precioso valor es, pues, para ustedes los que creen; pero para los que no creen, «LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO,» y, «PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCANDALO.» Pues ellos tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados. (1Pd 2:4-8)
En la cosmovisión judía del primer siglo hay dos grupos de personas: judíos y gentiles (también llamados griegos y paganos). Los paganos tenían su concepto de cómo debe ser un dios. Ellos tallaban ídolos en la forma de personas y animales, entre otras cosas. Ellos formaban sus propios dioses y atribuían a estos ciertos atributos. En gran parte, los atributos de los dioses fueron reflejos de sus propios valores sociales y culturales. El resultado es que, cuando fueron enfrentados con un Dios muy distinto (Jesucristo), la gran mayoría no fueron capaces de reconocerle como Señor y Salvador. No tenía mucho sentido que Dios vendría en la persona de Jesús, un hombre judío, de un pueblo no muy importante, de una familia de pocos recursos, sin atractividad física, etc. La idea de la muerte y resurrección de Jesús provocó burla en Atenas cuando Pablo predicó allí.
Los judíos también tenían su concepto del Mesías. El Mesías, para ellos, debe ser un conquistador enfocado en la liberación del pueblo judío y la restauración de la nación de Israel como un estado independiente y poderoso. También, a fin de cuentas, hicieron el Mesías que ellos querían. Los judíos lo hacían por tomar ciertas profecías acerca del Mesías con gran seriedad, y otros menos favorables con menos seriedad. Los pasajes que hablan del sufrimiento del Mesías no fueron el enfoque de la esperanza mesiánica del primer siglo. Buscaban, entonces, un militar poderoso. Les costó aceptar un Mesías que vino para liberarnos espiritualmente y que no se enfocó nada en un reino terrenal.
La gran pregunta para nosotros es si también hacemos a Dios o a Cristo en nuestra imagen. A lo mejor no tallamos ídolos, pero predicamos un Cristo que apoya valores culturales de la sociedad moderna. Algunos ciertamente hacen eso. Algunos refranes hacen esto por presentar solamente un componente de la naturaleza de Jesús – su amor. “Jesús ama al pecador” – Sí, pero siempre dice “no peques más” y aunque ama a todos solamente hay salvación para aquellos que vienen a Jesús con fe y arrepentimiento y son bautizados en él. “Ven tal como estés” – Sí, pero Cristo demanda cambios. “Jesús no vino a condenar” – Sí, pero volverá para juicio. “No debemos juzgar” – “Sí, en el sentido de no condenar, pero sí debemos discernir entre el bien y el mal”. No es que estas frases son anti bíblicos, sino que no presentan todo el escenario. Hacemos una presentación parcial del Evangelio, a veces. Enfatizamos sanidad emocional, relacional, espiritual, etc. más que perdón de pecados, porque esto requiere decir que son pecadores. O, a lo mejor presentamos perdón sin las condiciones bíblicas, como el arrepentimiento. Jesús exigía a sus discípulos calcular a costo de ser su discípulo. Nosotros presentamos solamente los beneficios.
El Cristo que Pedro predicaba un Cristo que es piedra de tropieza y roca de escándalo. No es que Pedro exageró cosas para escandalizar, sino que el mensaje en sí y la persona de Jesús en sí va en contra de nuestra cultura. No queremos escándalos innecesarios, pero tampoco podemos cambiar el mensaje o cambiar nuestro Jesús.