El sufrimiento es normal en este mundo. El cristiano no se encuentra exento del sufrimiento tampoco. Incluso, a veces por el hecho de ser cristiano, uno podría sufrir más. Hay varias causas de sufrimiento que son normales para todos. Hay cosas que son consecuencias del pecado y la corrupción que la creación ha sufrido. Enfermedades, la muerte, catástrofes naturales, y cosas semejantes son ejemplos de sufrimiento que son simplemente parte de mundo que habitamos. A veces el sufrimiento puede venir de Dios como castigo o disciplina. Castigo y disciplina no son la misma cosa, pero son parecidas porque las dos vienen de Dios en consecuencia de las falencias humanas. El castigo es motivado por la justicia y santidad de Dios, mientras que la disciplina es motivada por el amor de Dios, buscando el bienestar final del disciplinado. Otros sufrimientos pueden tener otros fines, y hay muchos ejemplos en la Biblia que podrían ser relevantes. Por supuesto, hay también sufrimiento que viene por ser un seguidor de Cristo. Esto puede ser por persecución o por los sacrificios que uno tiene que hacer para ser fiel a Dios.

Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría. (1 Pedro 4:12-13)

Pedro nos enseña cosas importantes acerca del sufrimiento. En primer lugar, nos enseña que es normal incluso para el cristiano. No deberían ser sorprendidos que estén sufriendo el “fuego de prueba” como si fuera “extraña”. La otra opción, entonces, es que esta clase de fuego de prueba es normal. No es inusual. Algunos hoy predican un evangelio de prosperidad, en que el cristiano debe ser próspero en toda su vida y siempre con buena salud. Según ellos, una falta en estas cosas indica una falta de fe. Obviamente, Pedro tiene otra perspectiva. Pero, podemos hacer la misma cosa de forma más sutil. Nuestro evangelismo y nuestras conversaciones con amigos a veces destaca mucho más que Dios pueda sanar enfermedades, restaurar familias, reparar relaciones, impulsar nuevos emprendimientos, dar consuelo, por sobre el mensaje central – que somos pecadores que necesitan perdón de pecados por la gracia de Dios, otorgado a nosotros sobre la base de la obra salvífica de Cristo. Ciertamente la diferencia es notoria. Por enfatizar otras cosas sobre el evangelio para hacer el evangelismo más cómodo y agradable, podemos caer en la misma trampa de implicar que el cristiano sufrirá menos. No es el caso. Uno necesita a Cristo independiente de enfermedades, conflictos, y dificultades.

Otra cosa que Pedro nos enseña en este pasaje es que hay esperanza. No menciona la palabra esperanza, pero sí menciona el estado futuro que gozaremos si estamos en Cristo. Menciona gloria, regocijo, y gran alegría.  Podemos enfrentar nuestro sufrimiento (sobre todo cuando viene por ser un cristiano fiel) con otra actitud. No tenemos que temer ni ser angustiados. Incluso, con la madurez en Cristo podemos dejar de ver el sufrimiento que hay que aguantar y empezar de ver sufrimiento por la causa de Cristo como algo digno de regocijo no solamente en el futuro, sino también ahora en esta vida.

Debemos esperar sufrimiento, pero no como una forma de fatalismo. Debemos esperar sufrimiento con calma y si sufrimos por Cristo tener la meta de poder regocijarnos.

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