Que de ninguna manera sufra alguno de vosotros como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometido. Pero si alguno sufre como cristiano, que no se avergüence, sino que como tal glorifique a Dios. (1 Pedro 4:15-16)

Nuestro comportamiento refleja sobre Cristo porque nosotros llevamos su nombre. Hay una asociación inherente entre los seguidores de Cristo y nuestro Señor tan importante que nosotros portamos su nombre. En Hechos 11:26 encontramos la primera vez que se empleó el nombre cristiano. Un estudio del pasaje ha llevado a varios, incluyendo a este autor, concluir que el nombre cristiano fue dado por Dios, probablemente por medio de Pablo y Bernabé. Sin entrar en un análisis detallado en este lugar, las evidencias principales que favorecen esta interpretación son los siguientes: 1) el pasaje no dice quien dio el nombre, pero la teoría que fue dado por los multitudes paganos como burla no tiene mucho peso ya que no menciona tales multitudes; 2) la palabra griega en su uso en el Nuevo Testamento tiene la connotación de una comunicación divina; y 3) un nuevo nombre fue profetizado en Isaías 62, este nombre y las realidades de la salvación en Cristo reúnen las características en la profecía.

Si el nombre cristiano es un nombre dado por Dios y aprobado en Hechos 26:28 y aquí por Pedro, es un nombre que no debemos descartar fácilmente. Aunque el nombre ha sido malignado y burlado merece nuestra lealtad. Este nombre, más que cualquier otro nombre nos asocia directamente con nuestro Señor. Somos sus seguidores e imitadores.

Otros nombres como evangélico, protestante, reformado, bautista, pentecostal, metodista, luterana, etc. no expresan este vínculo con nuestro Señor y Salvador. Incluso otros nombres bíblicos como “seguidores”, “santos”, y “discípulos” no expresan la misma identidad a menos que lleven el nombre de Cristo también. Son buenos nombres usados consistentemente en el Nuevo Testamento. El nombre cristiano parece ser especial. Llevar este nombre nos identifica con Cristo abiertamente.

Debemos tener mucho cuidado en nuestra forma de vivir, actuar y hablar. Si hacemos el bien, ayuda la reputación de Cristo. Pero, si hacemos maldades, daña el nombre de Cristo. Pedro es enfático que ningún cristiano debe sufrir porque peca. El cristiano que sufre por llevar este nombre debe sentirse bien, casi premiado. Este eleva y glorifica a Jesús cuando sufre por haber hecho el bien sin vacilar, y sobre todo, cuando sufre por esta decisión.

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