Porque por esto trabajamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes.
(1 Timoteo 4:10)

Esperanza exigida

La esperanza es un concepto bíblico que debe caracterizar la vida del cristiano. He escuchado a algunos criticar a otros por basarse en alguna esperanza vacía y he escuchado a sermones que desanimen pensamientos enfocados en una premiación futura en el Cielo. No obstante, la esperanza es un tema mencionado a lo largo de la Biblia, como bien veremos aquí. La esperanza es buena. Lejos de ver a la esperanza como una muleta para el débil, veremos que la esperanza es una fuerza motivadora principal en el cristiano. Tal vez, es al momento de enfrentar dificultades o en medio de algo que resalta nuestra debilidad que el valor de la esperanza se puede apreciar mejor – cuando hay un contraste alto podemos percibir su utilidad mejor – pero es no implica que solamente es presente en estos momentos o que solamente tiene importancia en estas crisis.

Pablo expresa su deseo de ver cristianos llenos de esperanza claramente. Dice, “y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” en Romanos 15:13. Dios es el Dios de la esperanza. Esta esperanza debe rebosar en el cristiano que cree en él. El cristianismo no es una religión oscura y fatalista. Nuestra fe en Dios debe producir gozo, paz, y esperanza.

Esperanza explicada

La esperanza cristiana no es un deseo, y mucho menos un capricho. No es un eslogan político.  No es desear fútilmente que las cosas serán fáciles o que todo resultará tal como hubiéramos querido. La esperanza, como la vemos en la Biblia y comúnmente se define desde el pulpito, tiene que ver con confianza. Su firmeza depende no de él que tiene la esperanza, sino de él en que uno espera. La esperanza tiene que ver con esperar a que algo futuro se realiza. Entonces, el contenido u objeto de la fe cristiana no puede ser algo que ya tenemos como cristianos. Cuando recibimos la salvación en el momento de nuestro bautismo en agua, Dios nos da muchos beneficios buenos: perdón de pecados, novedad de vida, la morada del Espíritu Santo, etc. La esperanza, por ende, debe referirse a otra cosa, prometida por Dios en la salvación, pero hasta el momento no presente en nuestras vidas. Otra vez, es abundantemente claro en las cartas de Pablo. Dice ”Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia (perseverancia) lo aguardamos…” en Romanos 8:24-25 y en 1 Corintios 15:19 “Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima.” Nuestra esperanza no es simplemente importante, Pablo dice que es clave para que la vida cristiana valga la pena. Si no hay nada esperándonos después de esta vida ¿Por qué arriesgar naufragios, hambre, y enfermedades en viajes misioneros? Si no esperamos algo bueno después de esta vida ¿por qué arriesgar dificultad económica, burlas, y persecución? Si no hay esperanza de una recompensa futura ¿por qué negarnos cualquier deleite? ¿Por qué admirar el martirio? La promesa de una resurrección y posterior vida con Dios es un factor principal en la motivación de Pablo.

Hace casi un año ya, estuve en una iglesia en Santiago, Chile preparando mi próxima clase sobre la hermenéutica cuando recibí una llamada de mi mamá informándome que mi papá había fallecido unas horas antes. Uno, en momentos así, se cuestiona. Cuestiona si vale la pena estar lejos de la familia. Uno se pregunta porque decidió arriesgar perder momentos tan importantes en la vida. Por supuesto creo que vale la pena y, en gran parte, es por la esperanza futura que tenemos. Nuestra esperanza no es solamente para esta vida. Una canción bluegrass que me gusta (si quieras que te introduzco a este estilo de música, pregúntame después) dice: no le hemos perdido, sabemos dónde está. Si nuestra esperanza fuera exclusivamente para esta vida, la muerte y otras tragedias serían completamente abrumadores. Cualquier riesgo asociado con el cumplimiento de la vida cristiana o las instrucciones bíblicas se evitaría. Y muchos (algunos de ustedes) han vivido cosas mucho más difíciles, mucho más agobiadores, y tragedias inimaginables. En Cristo, y con su esperanza, se puede enfrentar estas cosas porque hay esperanza de algo mejor después de esta vida.

No aceptes ningún cambio y sustituto. Cuando algún pastor o teólogo quisiera enfatizar inapropiadamente “crear el cielo en la tierra” o cualquier sistema doctrina que excluyera, eliminara o minimizara la esperanza cristiana presentada en la Biblia, nos priva de un componente fundamental de nuestra motivación.

Esperanza efectuada

Así, nuestra esperanza nos impulsa a través del dolor, del riesgo, de la tragedia, y de varias tribulaciones. Y, por esta razón no tenemos que seguir como si fuera una marcha hacia la muerte. Nuestra esperanza hace que seguir en adelante sea algo bueno y positivo, incluso en medio de obstáculos enormes. Nuestra esperanza nos motiva y nos da valentía. Nos ayuda a perseverar en la vida personal, en nuestras iglesias, y en nuestros ministerios.

La esperanza, lejos de ser una distracción, debe producir una vida modelada por Cristo, una vida de santidad y pureza, de evangelismo valiente, y buenas obras tangibles. Nuestra esperanza no es un sustituto por vivir en el presente. No es una forma de escapismo. Es un factor fundamental en nuestra transformación, mientras caminemos con Cristo. Fíjense en lo que dice el Nuevo Testamento.

Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza. (2 Corintios 3:12)

Porque por esto trabajamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes. (1 Timoteo 4:10)

Pero deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza, a fin de que no sean perezosos, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas. (Hebreos 6:11-12)

Esperanza establecida

La Biblia detalla porque nuestra esperanza es sólida y confiable, no solamente ilusoria o caprichosa. No debemos imaginar la esperanza cristiana como una fantasía nacida por nuestra conveniencia o como un intento de infundir una vida difícil con propósito y sentido.

El hecho es que nuestra fe está fundamentada primeramente en algo concreto – una verdad real e histórica. Jesús murió en la cruz para salvarnos y resucitó con poder y en victoria. La Biblia claramente hace un vínculo entre nuestra esperanza cristiana y la realidad de la misión de Jesús – que él murió y nos dio salvación y la esperanza de una resurrección. La primera parte de 1 Corintios 15 es sumamente clara en esta idea, pero no es el único pasaje haciendo evidente esta conexión entre nuestra esperanza y la obra de Cristo.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pedro 1:3)

Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. (Romanos 5:1-2)

Nuestra esperanza basada en Cristo se hace más firme por las promesas hechas en la Palabra de Dios. Si Dios nos ha prometido algo, podemos estar confiados. Su Palabra es la cosa más confiable en este mundo. Su verdad no es relativa ni subjetiva. Nuestra esperanza, entonces, es objetivamente verdadera ya que tenemos la promesa en la Palabra de Dios. Seríamos sabios esperar que Dios cumplirá con su promesa.

aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús. (Tito 2:13)

Esta esperanza cristiana de vida externa con Cristo, firmemente fundamentada en la obra salvífica de Jesús y confirmada por su Palabra nos impulsa a través de impedimentos hacia fidelidad en toda circunstancia.

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