Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que Lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente. Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que Le obedecen, siendo constituido por Dios como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. (Heb 5:7-10)

Cristo, como bien sabemos, tomó carne. El autor de Hebreos destaca la profundidad de su humanidad. Como quiere hablar del sumo sacerdocio de Jesús, habla de algunos de los requisitos del sumo sacerdote. Una cosa que es muy importante es que el sumo sacerdote debe ser un ser humano. Sabemos que Dios Hijo se encarnó. Pero, siendo Dios podríamos tener la impresión que su humanidad hubiera sido superficial. La idea del autor de Hebreos, entonces, es destacar que “aunque era Hijo” también hizo todo lo que tiene que hacer un sumo sacerdote normal. Tuvo que crecer como ser humano. Tuvo que aprender. Y, algo muy importante, tuvo que sufrir. 
En su sufrimiento más agudo, en Getsemaní (antes de morir) y en la crucifixión donde expresó lo que sintió citando el Salmo, “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” Sufrió verdaderamente con lágrimas. Las lágrimas expresan algo sincero. Muchos pueden falsificar llantos en sus oraciones, pero la sinceridad de la oración y angustia de Jesús se ve en las lágrimas que cayeron en la privacidad de Getsemaní. Y, no simplemente por ser Hijo, sino por su sinceridad y reverencia fue oído. En este caso, como Jesús había pedido en el fondo, que se haga la voluntad del Padre, su oración fue contestada en dos formas. Dios Padre le dio fuerza para enfrentar la cruz. (véase Lucas 22:41-44) También fue salvado de la muerte. En este caso, no por evitar la muerte, sino por la resurrección de entre los muertos. 
Entonces, completando la obra a través del sufrimiento más intenso, logró ser la fuente de salvación eterna para los cristianos. Y, Dios Padre le llamó a ser Sumo Sacerdote perpetuo. 
Jesús vivió sin pecado alguno. Sin embargo, aquí dice que aprendió obediencia. ¿Qué quiere decir? Es una cosa ser obediente en circunstancias normales, pero es otra cosa ser obediente, aunque implica sufrimiento. Entonces, obediencia en sufrimiento es lo que demuestra la medida de su humanidad. Y, obediencia aparece en otro lugar en este pasaje. Cristo da salvación a los que le obedecen. 
Notamos bien que no dice solamente, “a los que tienen fe” sino que habla de obediencia a Cristo. En la opinión de este humilde consiervo, esto no es controvertir la idea que somos salvos por gracia por medio de la fe, como dice Pablo. Más bien, explica lo que Jesús mismo también indicó: “el que me ama, guarda mis mandamientos” y dice Juan: “en esto sabemos que lo hemos llegado a conocer: si guardamos sus mandamientos” y también Jacobo: “la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta.” Los que realmente tienen fe en Jesús buscan obedecerle. Nuestra humanidad no es una excusa adecuada para desobediencia y rebeldía. Hay que someternos a Cristo, como él se sometió al Padre.
El autor de Hebreos sabía que estos conceptos son difíciles para algunos cristianos, pero llamó a sus receptores a hacer un esfuerzo importante para captar lo que dice y explica. Nosotros tenemos que pasar la etapa que dice que las buenas intenciones y una sensación emocional que llamamos “fe” son suficientes. La fe que Dios nos pide se demuestra en obediencia, incluso (o tal vez, especialmente) en el momento que la sujeción a la Palabra de Dios provoca sufrimiento.

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