En el este pasaje, en algunas traducciones, uno ve la palabra «pastores» dos veces. Sin embargo, el texto en griego no tiene la palabra «pastor» en este capítulo. La palabra original indica quienes lideran, gobiernan, y guían. Es probable que la palabra hace referencia a los pastores, pero no es la palabra “pastores” propiamente tal, sino que indica unas funciones de los pastores. Como uno ve en Hechos 20 y 1 Pedro 5 (entre otros lugares), las palabras “ancianos” (presbíteros), “obispos” (supervisores), y “pastores-maestros” son usadas en el Nuevo Testamento de forma intercambiable para describir el mismo grupo de hombres que llevan el servicio o ministerio de cuidar, alimentar, guiar, administrar, y proteger al rebaño. Como también hemos visto en otros lugares en el Nuevo Testamento, siempre encontramos una pluralidad de líderes en la congregación. No dice que cada iglesia debe reconocer su guía, ni su pastor, ni su obispo (supervisor), sino siempre en plural: sus ancianos, sus guías, sus supervisores. Es verdad que encontramos estas palabras en su forma singular en la Biblia, pero solo cuando hablan de Jesucristo como el “Pastor y Obispo” (1 Pedro 2:25, por ejemplo). Sería, entonces, desubicado pensar que uno de nosotros pueda cambiar el sistema diseñado e implementado por Jesús y sus Apóstoles bajo la dirección del Espíritu Santo y hacernos “el Pastor” o “el Obispo” en palabra o hecho.
Entendemos que hay momentos en que no es posible cumplir con la pluralidad de liderazgo que debe ser nuestra meta. En la formación de una nueva congregación, después de dificultades internas, en el caso de que algunos lideres se cambian de ciudad, etc. es entendible que una iglesia pudiera pasar por un tiempo en que hay que formar nuevo liderazgo. Encontrar gente que reúnen los requisitos y cualidades en la Biblia y cultivarlos como nuevo liderazgo es un proceso largo e intensivo que depende mucho de la gente de la congregación. Sin embargo, la meta de cada iglesia debe ser la pluralidad de liderazgo.
Aquí vemos que los guías enseñan, llevan vidas ejemplares, tienen sana doctrina, gobiernan, y rendirán cuentas por su manejo de la iglesia. Debemos buscar en nuestras iglesias que el liderazgo sea así: plural; ejemplar en fe, en conducta, y en doctrina; capaces de enseñar y administrar y prudentes en su acercamiento a la obra que llevan. Si no encontramos esta realidad en nuestra iglesia, debemos buscar ayudar en mejorar estas condiciones, tal como el ejemplo en Hechos nos presenta: “…cuando Priscila y Aquila lo oyeron, lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios”. (Hch 18:26)
La congregación tiene deberes hacia su liderazgo. Debe amar, respetar, obedecer, considerar, seguir, facilitar su obra, y aportar económicamente a su sustento. No dice “solamente si es un buen liderazgo” ya que no hay lideres perfectos. Todos los lideres tienen sus imperfecciones. Este hecho no cambia el deber de la congregación. Si uno se de cuenta de que su liderazgo ya no puede disfrutar de su obra por la conducta de la congregación, uno debe animar a sus hermanos a observar lo que dice aquí en Hebreos 13:17 Obedeced a vuestros guías y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros.