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Porque hay esperanza para un árbol cuando es cortado, que volverá a retoñar, y sus renuevos no le faltarán. Aunque envejezcan sus raíces en la tierra, y muera su tronco en el polvo, al olor del agua reverdecerá y como una planta joven echará renuevos. Pero el hombre muere y yace inerte. El hombre expira, ¿y dónde está? Como las aguas se evaporan del mar, como un río se agota y se seca, así el hombre yace y no se levanta; hasta que los cielos ya no existan no se despertará ni se levantará de su sueño. ¡Oh, si me escondieras en el Seol, si me ocultaras hasta que tu ira se pasara, si me pusieras un plazo y de mí te acordaras! Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi batallar esperaré hasta que llegue mi relevo. Tú llamarás, y yo te responderé; anhelarás la obra de tus manos. Porque ahora cuentas mis pasos, no observas mi pecado. Sellada está en un saco mi transgresión, y tienes cubierta mi iniquidad.

(Job 14:7-17)

En una iglesia o en la vida personal a veces al mirar nuestro estado nos parece que estamos estancados. Nos parece que la vida se está secando. Nos parece que nuestro futuro ya está decidido, atrapados por las costumbres que ya hemos hecho para nosotros y decisiones ya tomadas. ¿Cómo puede el flojo dejar de ser flojo? ¿Cómo puede uno en una vida cómoda arriesgar su comodidad a favor de posible crecimiento espiritual? ¿Cómo puede uno que ya encuentra muerta su pasión y energía por el Evangelio dar nueva vida a su espíritu?

Puede solo por el Dios que tiene poder sobre la muerte. Tal como un árbol muerto puede recobrar la vida cuando viene agua de nuevo y una planta que parece seca y muerta se pone verde y sana de nuevo cuando es regada, nosotros podemos renovarnos cuando recibimos las bendiciones que Dios ofrece. Nos ofrece perdón y esperanza de una nueva vida. Lo que ha sido no tiene que esclavizarnos ni hoy ni mañana. Dios no quiere contar nuestros pasos solo para castigarnos cuando nos desviamos. Él quiere perdonarnos y restaurarnos. Él quiere vernos con nueva vida y fuerza y energía. Volver a vivir es posible con nuestro poderoso Dios. Job se sentía deprimido, pero reconoció el poder y la misericordia de Dios.

Para el no cristiano esto viene primeramente por recibir a Jesús. Si vemos las prédicas de Pedro en Hechos 2 y 3 vemos «Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor, y El envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para ustedes.” (Hch 3:19-20) y paralelo a esto Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «Hermanos, ¿qué haremos?» Entonces Pedro les dijo: » Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. «Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame.» (Hch 2:37-39). Y Dios está llamando hoy a través de Su Palabra. La oferta de nueva vida en Él para todo aquel que cree en Él, se arrepiente, y que sea bautizado. Si no lo has hecho, estos pasos sirven para renovación, relevo, perdón, y esperanza que solamente vienen por Cristo.

Pero esta palabra también se aplica a los que ya han sido bautizados. Se aplica a personas y a iglesias. Tal vez necesitamos renovar nuestra fe y nuestra actitud de arrepentimiento para reconectarnos a la vida en Jesús. Cuando estos sean renovados, Cristo puede volver a obrar en nuestras vidas también, dándonos vida abundante en lugar de penosa sobrevivencia.

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