La unidad puede ser superficial o sustancial. Los seguidores de Cristo deben ser unidos en Él y con Él. La Biblia destaca que provocación de división en la iglesia es un pecado fuerte. En 1 Corintios, Dios dice a través de Pablo en el contexto de divisiones: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que vosotros sois. (1 Corintios 3:16-17) En otro lugar dice: Al hombre que cause divisiones, después de la primera y segunda amonestación, deséchalo, sabiendo que el tal es perverso y peca, habiéndose condenado a sí mismo. (Tito 3:10-11) División es una afrenta al plan de Dios. Dice la Escritura: Mas no ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:20-21)
Así entendemos que hay que promover y lograr, de alguna forma, unidad en Cristo. La tentación es buscar una unidad superficial. Una unidad superficial nos permite imaginar que hemos cumplido con lo que Dios nos pide sin hacer el trabajo implicado en una unidad verdadera y autentica.
El tipo de unidad exigido por Dios no es superficial para nada. Los siguientes textos dan testimonio de esta verdad: Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. (Filipenses 2:1-2) …hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (Efesios 4:13) Y, Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. (1 Corintios 1:10)
¿Cómo podemos satisfacernos con una unidad en que nuestra doctrina no es compatible? ¿Cómo podemos contentarnos con una unidad basada en no conversar temas controversiales?
Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. (Efesios 4:1-6)
La unidad es bíblica. La unidad es buena. La unidad no es evitar conflicto y pasarlo bien. No aceptemos sustitutos baratos. La cosa real cuesta más, pero rinde mucho más. No nos engañemos, cumpliendo con unidad superficial y diciéndonos que hemos logrado la unidad que Jesús nos ha pedido. Vale la pena aunque va a implicar trabajo, conversaciones largas, estudios profundos, y mucha paciencia.