Mientras que uno está siendo nutrido por la Palabra de Dios, se dará cuenta de la característica de humildad presente en Jesús y sus discípulos. Cuando los discípulos estaban en su conexión con Cristo, se produjo en ellos la humildad. El diccionario español nos da dos definiciones de la palabra humildad que nos ayudarán para entender precisamente de que hablamos aquí. Primeramente, el diccionario nos dice que la humildad es el reconocimiento de las limitaciones de uno y el obrar de acuerdo con estas limitaciones que uno reconoce. Para el cristiano, esto es reconocer nuestra dependencia de Dios. Nuestra existencia depende de Él. En un chiste un ateo quiere hacer una competencia con Dios para crear el mejor ser humano. Cuando el ateo toma un poco de barro para empezar Dios le dice, “haz tu propio barro, todo eso es mío.” Todo lo que la tierra produce viene de la creación de Dios. Verdaderamente somos cien por ciento dependientes de Él en esto. El cristiano también reconoce que es incapaz de salvarse, sino que acepta la salvación que Dios ofrece en Cristo. Entonces, en cuanto a nuestra existencia, en cuanto a nuestra provisión, en cuanto a nuestra salvación somos dependientes de nuestro Dios. Estamos limitados en todo sentido. En parte, ser humilde implica reconocimiento de esta distinción tremenda. Como cada persona tiene sus propios talentos y capacidades, la humildad ayuda que uno se ceda a una persona más adecuada para alguna función. Por reconocer honestamente las limitaciones que uno tiene, va a buscar ayuda y apoyo para manejar bien las obras que tiene que hacer. Sobre todo, en la iglesia eso se manifiesta como interdependencia. La humildad no es un desprecio total, porque si estamos reconociendo todo lo anterior, vamos a reconocer también el valor alto que Dios nos da. Nuestro valor no viene por nuestras capacidades sino por quienes somos: creación de Dios y, para los cristianos, hijos adoptivos de Dios. Así, la humildad no implica ser auto-abusivo, pesimista, ni tener autoestima muy baja. De hecho, estos excesos no son humildad porque no reconocen realísticamente el valor inherente de cada ser humano creado por Dios en su imagen o semejanza. La otra definición que el diccionario da para humildad que nos ayuda es que la humildad es someterse o rendirse. En el cristianismo tiene como supremo ejemplo de esto el autor de nuestra fe, Jesús. Cristo existía desde la eternidad con el Padre y el Espíritu Santo en la Trinidad. Sin embargo, para lograr la salvación del mundo Cristo se sometió al Padre y se vació temporariamente de sus privilegios de ser Dios para encarnarse (añadir la naturaleza humana a la naturaleza divina que ya poseía). Además, no solamente tomó la naturaleza de ser humano sino de un niño pobre y en su vida sirvió a sus seguidores. La culminación de su humildad tiene que ser morir en la forma más humillante que tenían en el Imperio Romano, crucifixión. Cristo no se aferró a sus derechos y privilegios, sino que los dejó voluntariamente. Este ejemplo es muy importante para el cristiano. Poder someternos o sacrificar derechos que debemos tener son entre las cosas más difíciles que debemos hacer como cristianos. La humildad virtuosa del cristiano presenta un contraste total con arrogancia, egoísmo, ambición, jactancia sobre cumplimientos y capacidades, etc. La virtud de la humildad es importante como base para otras virtudes que podamos cultivar en nosotros. Filipenses 2:1-11

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