Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad. (1 Timoteo 2:1-4)

¿Cuál es la meta de Dios según este pasaje? Es nada menos que la salvación y buen discipulado de cada individuo. ¿Qué meta más noble podemos tener? Esta meta no se va a lograr a pesar de su nobleza. La verdad de libre albedrio da la opción a cada uno rechazar a Dios y su oferta de salvación. Nosotros anunciamos a todos las buenas noticias de salvación en Jesús, esperando que la mayor cantidad posible acepte y se haga discípulos suyos.

Ahora para llegar a esta meta, es conveniente tener un ambiente propicio a la divulgación del mensaje. Si uno vive en angustia, temor, y sufrimiento es posible que no tenga muchas ganas de compartir el mensaje. Momentos de persecución son obviamente así. Pero, incluso sin persecución, mucho desorden y delincuencia, problemas económicos, e instabilidad política también complican en desarrollo del evangelismo y discipulado. Una cosa que Pablo quiere hacer es minimizar estos obstáculos para fomentar la propagación del evangelio. Ahora, claro que podríamos decir que no debe ser así. Podemos entregar las buenas nuevas en cualquier momento, a pesar de circunstancias. Sin embargo, la realidad es que muchos se debilitan en la dificultad y adversidad.

Para llegar a las condiciones propicias, Pablo insta oración por los oficiales del gobierno. La estabilidad y orden que dan para una vida “tranquila y sosegada” que nos permite más fácilmente vivir con “piedad y dignidad” siendo así un buen testimonio a favor de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Debemos hacer todo eso a pesar de circunstancias también. Pero, Pablo reconoce la debilidad humana que todavía enfrentamos siendo cristianos.

Estemos de acuerdo o no con los gobernantes y autoridades actuales, es nuestro deber cristiano orar por ellos. También es una forma en que podemos contribuir a la salvación de los perdidos.

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