La epístola paulina, escrita desde la cárcel y dirigida a la iglesia en Éfeso (probablemente) es una carta importante en su teología y sus instrucciones prácticas. La profundidad de la enseñanza, el consuelo que otorga y la vida cristiana a la cual nos llama ha inspirado generaciones de cristianos. Es una carta que no interactúa mucho con problemas particulares de una iglesia local. Por eso, y por la ausencia del saludo en Efesios 1:1 en algunos manuscritos antiguos, algunos eruditos cristianos suponen que Pablo escribió la misma carta a varias iglesias, insertando el nombre de una iglesia en cada copia. En todo caso, el contenido de Efesios es bien aplicable en toda iglesia y toda generación.

El primer capitulo parte con temas bien controversiales en el cristianismo desde el Siglo 16 y las doctrinas calvinistas (derivadas en parte de San Agustín) de depravación total y predestinación incondicional. No es el propósito de una simple devocional resolver problemas y debates tan profundos. Sin embargo, no es malo que cada cristiano pueda pensar un poco en estos temas. En eso, cabe reconocer que el enfoque en Efesios es el perdón de “nuestros pecados” (Efesios 1:7) más que un supuesto pecado original. Lo que Pablo parece tener considerado aquí es el pecado personal – los pecados que cada uno haya cometido en su vida. Junto con eso reconocemos que casi todos los cristianos reconocen la idea de la predestinación. En el calvinismo, la predestinación es incondicional (no depende de nada en uno, sino solamente en Dios). Las dos alternativas principales son la idea de predestinación condicional (que Dios predestinó a cada uno, basándose en su previo conocimiento de la fe o incredulidad de cada uno) o la predestinación corporal (que Dios predestinó a la iglesia, y cada uno tiene la opción de integrarse en el grupo electo o no). Su humilde autor prefiere la idea de la predestinación condicional.

En todo caso, el punto principal de Pablo aquí no depende mucho en estos debates. Gozamos, como cristianos, de grandes bendiciones:

 

  • Bendiciones espirituales y celestiales (es decir, no es prosperidad económica, salud, etc.)
  • Elección anterior a la creación del mundo
  • Elegidos para ser santos y limpios
  • Adopción como hijos de Dios
  • Redención y perdón de pecados mediante la sangre de Cristo
  • Conocer el misterio de su voluntad (la salvación en Cristo, escondido en tiempos pasados, pero ahora revelada plenamente)
  • Participación en la reconciliación de todas las cosas (salvación final)
  • Herencia futura y gloriosa
  • Ser la causa de alabanza y adoración de Dios
  • El Espíritu Santo, como sello garantizando la herencia
  • La capacidad de conocer la esperanza del Evangelio
  • Poder obrando en nosotros (para santidad, como veremos después)

Algunos de estos temas veremos profundizados en los otros capítulos. Aquí, debemos reconocer y agradecer las muchas bendiciones espirituales que tenemos en Cristo. Si Cristo no sana físicamente, si sufrimos económicamente, si padecemos persecución, las bendiciones que tenemos en Cristo nos deben consolar, motivar, y estabilizarnos en nuestra carrera cristiana.

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